lunes, 15 de noviembre de 2010

Nace Decrecimiento Aragón

Más allá de ser la forma de expresión de un grupo de personas identificadas con la filosofía del decrecimiento, preocupadas por el cariz que están tomando los acontecimientos en el mundo actual, el presente sitio web al que acabas de acceder busca desarrollar, de manera independiente, una labor necesaria: concretar la alternativa práctica al imperante modelo socio-económico actual a partir del modelo teórico decrecentista.

El decrecimiento es una corriente de pensamiento que combina aspectos políticos, económicos y sociales cuyo propósito es la disminución programada de la producción económica buscando establecer una relación equilibrada entre el ser humano y el medio en el que habita. En ese nuevo paisaje tendría cabida, igualmente, una nueva relación más igualitaria y fraternal entre los propios seres humanos. El decrecimiento rechaza el crecimiento económico por el crecimiento económico al considerarlo más cercano a la mitología que a una visión realista de los límites del planeta.

El actual sistema capitalista de ordenación de los recursos prima la economía por encima de las personas. De este modo, los trabajadores deben aumentar año tras año el valor de las empresas en las que trabajan -eso esconde el eufemismo del crecimiento en definitiva-. Eso significa trabajar más e, independientemente de la productividad o eficiencia de aquellos, esto no se consigue sin el consumo desmedido de recursos naturales.

Por otra parte, la producción ha de venderse. Ese es el verdadero objetivo de la publicidad, hacer que la gente compre lo que no necesita debido a que, gracias a las horas innumerables que desperdician en sus puestos de trabajo tienen más dinero del que es preciso para vivir. Resulta desalentadora la baja oferta que hay de trabajos de cuatro, cinco o seis horas de actividad diaria. Por supuesto, muy difícil es encontrar empresas en que no se presione a los empleados para permanecer en su puesto una vez la jornada laboral ha terminado.

Así, esa lógica productivista lleva aparejados diferentes aspectos. El primero, el agotamiento paulatino de los recursos naturales provocando finalmente el colapso de la sociedad tal y como la conocemos. El ejemplo paradigmático es el petróleo. El segundo, hasta ese agotamiento, el incremento del coste de esos recursos naturales caminando inexorablemente hacia un cuello de botella sin solución posible en las reglas del juego actuales. También el crecimiento en el precio de la gasolina es un excelente ejemplo. El tercero, la destrucción del ser humano como entidad, ya que su propósito único en este tablero es el de producir -y hacerlo al menor coste posible-, y consumir -cuanto más mejor-.

En definitiva, las personas trabajan por el salario más bajo posible -ya existen las horas extras para compensarlo- aunque eso suponga incrementar hasta la extenuación la jornada laboral. Una vez fuera de su centro de trabajo, consumen y así sostienen la economía. La salud de ésta se valora única y exclusivamente en función de la tasa de crecimiento. Al priorizarse por encima de las necesidades reales de la población como la educación, la salud o la calidad de vida -no confundir con nivel de vida- una economía que crece es una economía sana y la sociedad que la hace crecer, por tanto, una sociedad feliz. A pesar de que numerosos estudios demuestran que no existe relación entre la felicidad y el crecimiento económico.

En esta escalada de irracionalidad colectiva han tenido parte importante los propios ciudadanos que, deslumbrados por el aparente bienestar absoluto que el capitalismo parece posibilitar, han buscado la aceptación social y la felicidad en la adquisición de bienes materiales. Una casa más grande, un automóvil de más alta gama o un mayor fondo de armario han constituido las prioridades de la mayoría durante los últimos años de bonanza económica. Una abundancia que no ha podido prolongarse indefinidamente en el tiempo y que ha mostrado, al final, las miserias del modelo económico imperante -el índice de morosidad es buena muestra de ello-. La buena noticia es que son esos mismos ciudadanos los que tienen en su mano el remedio a tanto disloque. ¿Cómo? Decreciendo.

Lo dañino y nocivo del capitalismo es bien conocido por todos, incluso por sus defensores a ultranza. Es hora de plantear la alternativa, de respaldar sus bondades con hechos y de concretar el modo en que ha de construirse. Decrecimiento Aragón surge a partir de la idea de constituir un grupo virtual de investigación sobre las actuaciones precisas para la transición desde la sociedad de crecimiento actual hacia la necesaria sociedad decrecentista.

No se trata tan sólo de entender y denunciar las razones de la crisis económica, social y ambiental en la que el mundo ha entrado recientemente y que no anuncia sino dificultades futuras insuperables. El objetivo principal es la reflexión, en un tono de propuesta, en base a dos ejes fundamentales: los aportes técnicos que pretenden confundir a la ciudadanía planteando malabarismos tecnológicos como soluciones a los problemas presentes, por un lado, y la imperiosa necesidad de un cambio de modelo, no sólo en su aspecto económico, también social y, en consecuencia, medioambiental. Esa reflexión -y esto es fundamental- debe procurar actuaciones prácticas a partir del planteamiento teórico del decrecimiento.

Más allá de ser la forma de expresión de un grupo de personas identificadas con la filosofía del decrecimiento, preocupadas por el cariz que están tomando los acontecimientos en el mundo actual, el presente sitio web al que acabas de acceder busca desarrollar, de manera independiente, una labor necesaria: concretar la alternativa práctica al imperante modelo socio-económico actual a partir del modelo teórico decrecentista.

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