El decrecimiento pretende acabar con este modelo de vida “esclavo” que no nos otorga la felicidad y que, sin embargo, supera con creces la capacidad de carga de la Tierra. Esto está poniendo en peligro, no sólo nuestra supervivencia, también la del resto de seres vivos que comparten con nosotros el planeta.
Así, decrecer significa la reducción del consumo de bienes materiales para conquistar la felicidad por medios inmateriales. Decrecimiento significa decrecer en lo económico para crecer en lo personal, sin renunciar a las necesidades humanas básicas.
Hablamos de un proyecto político tanto en lo individual como en lo colectivo. En el plano individual, será responsabilidad de cada persona el replantear su modelo vital dentro de los límites del planeta. En lo colectivo, la minoría que ahora gana, deberá perder.
El decrecimiento es un proyecto político que no tiene cabida dentro de un sistema que prioriza el capital por delante de las personas y que es, por tanto, anticapitalista, además de autogestionario y antipatriarcal.
El reparto del trabajo mediante la reducción de la jornada laboral, la promoción de la vida social y el ocio creativo, una renta básica de ciudadanía, la reducción de infraestructuras y administraciones sobredimensionadas, la eliminación o reforma drástica de ciertos sectores de la economía -la industria militar, la de la publicidad, la construcción, la de la aviación y del automóvil- y el impulso de otros -medioambiental, educativo o sanitario- la preferencia por lo local en detrimento de lo global y el fortalecimiento de la democracia directa y la sobriedad y sencillez voluntarias son algunos de los planteamientos sobre los que se asienta la filosofía del decrecimiento.